sábado, septiembre 16, 2006

A mi madre la mordió la Esperanza. Raro. Le hizo una herida en la mano e sangró. Eso fue lo que dijo mi hermana mientras Pelusa nos sacaba de paseo. Es paradójico, porque se supone que la esperanza debe ayudarte o darte fuerza o cualquier cosa que no sea morderte. Suena raro, pero nada no lo suena en estos tiempos.
Hace años la Memé, la perra de mi tía (no mal interprete), tuvo tres perritos. Uno nació muerto y otro se murió a los pocos días. Sólo quedaba un sobreviviente pero estaba muy enfermo. Con muchos cuidados y cariño logró vivir y por haber salido de esa no encontraron nada mejor que ponerle Esperanza. La perra no puede ser más desagradable, cada vez que llega alguien le ladra chillonamente, te muestra los colmillos que son más chicos que la uña del meñique y si le haces cariño a la mamá se pone celosa. No dan ganas de ir a la casa porque sabes que te vas a encontrar con ella: la Esperanza.
Así son las cosas por acá pues: los narco venden drogas a la vuelta, las niñas tienen guaguas como conejos y a mi mamá la muerde la esperanza. UF!

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