viernes, agosto 03, 2007

Último viernes de vacaciones

La verdad no sé cómo empezar.


En la tarde entré a la pieza de Daniela cantando "Beibi poli u-u be-be-be-beiibi" y después diciendo "A qué clase de persona se le pudo haber ocurrido una serie como Baby poli?. A un degenerado. Algo así como "-Hagamos una serie de guaguas que viven como adultas pero siguen siendo guaguas con poco pelo y usan pañales. Viven en la ciudad de las guaguas."
Y otro idiota le contesta
"Sí, sí y que vayan a un bar en el que sirven leche en vez de tragos"". Después saqué mis pantalones y cantamos con mi hermana "Nos gusta pasarlo bien pero también nos gusta el amoooooor". Cacha la wea rara, a las guaguas les gusta pasarlo bien y el amor- le dije. Y seguimos cantando " Seeeeer bebé no es como se diiiiice en ciudad bebeeeeeeeeé te vas a divertiiiiiiiiiiiiiiiiiir".
Nos reímos y salí de la pieza.

Salí tarde de la casa. Tarde para las cosas que tenía planeado hacer.
Por el camino, en Evaristo Lillo, me encontré con mi cuñado que conversaba con un colega. Me dijo que lo esperara para que se fumara un cigarro y que después nos íbamos juntos. En la casa fui a buscar los libros a mi mochila, después busqué una bolsa para guardarlos. Salí sin pasar al baño a pesar de que tenía muchas ganas de ir.
En la biblioteca devolver los libros fue un trámite bien corto. El viaje fue lo que más demoró. Fui al baño, metí la mano en la cosita (cuando no sé el nombre de una cosa inmediatamente se convierte en cosita o coso para mí) del confort (papel higiénico en realidad) y noté que sólo estaba el cono de cartón. Me fui desepcionada con mi vejiga llena de lo que se pueden imaginar.
Minutos antes había mirado el reloj, eran las 7:45. A las 7:30 tenía que estar en la casa de Nadine. El metro se me hizo eterno. Detesto devolver libros que no alcanzo a leer y esta vez no leí por completo ninguno de los cuatro. La única historia que terminé fue la del Corto Matéz, pero no leí toda la introducción.
El metro seguía siendo eterno.
Llegué pasada las 8 al departamento. "La Willy", escuché antes de ver la cara de Nadine. Me dió un cálido abrazo y yo se lo devolví como pude. Al lado de ella estaba Loreto también me abrazó, tenía el pelo un poco liso. Jóc! estaba sentada en uno de los sillones, nos abrazamos y me dijo que me echaba de menos, "yo también" le contesté, sin poder expresarle en realidad que más de alguna vez la había necesitado.
Que LAS había necesitado.
Todas se veían hermosas, radiantes. Estaban felices. Ni siquiera el padre de Nadine pudo opacar el momento. Pasé al baño (esta parte ya la pasé hace rato, pero releyendo creo que es importante aclarar que pude deshacerme de todo la orina que me acongojaba).
En el supermercado conversamos un poco de todo y me di cuenta de que no era yo en esos momentos, de que algún demonio me había entrado y de que no iba a poder hablar bien.
Jóc! me regaló la banda sonora de Requiem for a dream y el último CD de Smashing Pumpkins, que sonaba de música de fondo. Nadine me trajo de Argentina un libro de Neil Gaiman.
Me fui apenas volvimos para ir a las clases de manejo. Nadine insistía en que podía faltar, mientras Jóc! decía que se había perdido su primera clase de semántica para poder llegar. Ellas estaban tan cerca y yo tan lejos.
Llegué 15 minutos tarde. Don Anibal estaba en un kiosko cuando me vio pasar. "Camila" me gritó (es tan raro escribirlo, mi nombre me suena y lo siento ajeno... Camila). "Qué te pasó"- me preguntó con esa vos ronca y cortada que tiene. "Es que como tuve que trabajar..." le dije, y el me interrumpió "Llegaste tarde. Quizás la señora no te deje salir hoy día". M e sentí aliviada cuando lo dijo, porque en realidad no tenía muchas ganas de salir a manejar.
Camino al auto lo único que hizo fue retarme por haberme perdido 3 clases, yo le decía que lo sentía, pero él insitía, dale que dale con la cuestión. Yo ya no sabía qué decirle, porque me tenía bien aburrida.
"Todo lo que habíamos avanzado se perdió" me dijo. Eso me molestó, y justo cuando le iba a responder que eso no era verdad, que yo seguía manejando como me había dejado, se para el auto. Mierda, pensé.
De ahí tuve que aguantar gran parte del camino retos con fundamentos.
"Yo creo Camila, y te lo digo como papá, que algo te pasa", y cuando dijo eso se me nublaron los ojos con un líquido raro que no sé de dónde salió. "Porque tú ahora tienes tu cabeza en otra parte" y me puse a llorar.
Aunque llorando manejé mejor me sentía como las pelotas. El seguía hablando como musiquita de fondo dicendo que eso no estaba bien, que podría llevarme a una depresión, que me consideraba como su hija y que le dolía verme así, que tenía algo pudriéndoseme dentro y que tenía que sacarlo.
- Yo creo que lo que tienes que hacer Camila es gomitarlo- No pude evitar sonreír cuando dijo eso- tienes que sacarlo, porque eso que tienes ahí dentro- decía apúntandose en el pecho- te hace mal.
- La verdad don Anibal, no tengo mucho que decir. No me pasa nada.
- Pero es que algo te pasa pos negra. Eso no es normal.
- Don Anibal, de verdad no sé lo que es- le contestaba.
Y así fue el diálogo hasta que llegamos a estacionar el auto. Entre que el decía que me quería mucho, que se había encariñado conmigo, que me quería como su hija, que iba a aprender a manejar muy bien pero que algo andaba mal, que tenía que gomitar las cosas y yo respondiéndole que no tenía nada que decir, que hace como tres años tomo pastillas para una supuesta depresión que nunca tuve muy claro qué era realmente y que en realidad eso no era nada fuera de lo común.
Me secó las lágrimas con mi bufanda y me dijo que dejara de llorar, que me daba hasta el lunes para desahogarme, que lo había dejado preocupado y que por favor lo llamara el sábado el domingo para dejarlo mas tranquilo.
- Tengo 55 años, desde los 8 que trabajo en la calle. Te puedo decir que sé de la vida, negra.
-No se preocupe- le contesté- estoy bien, de verdad estoy bien.
Me dió un beso en la frente y nos despedimos.
No se por qué me fui más alegre. El demonio se debió haber quedado en el auto. Miré al enfermo que tenía una herida abierta en la pierna secretando algo verde y que pedía plata en el metro de una forma relativamente alegre. En el metro terminé la introducción de Humo y espejos. Pensé que llegando a la casa escribiría en el blog. Escribiría lo que me había pasado en el día.
Salí del metro sonriendo, apoyando mi cabeza en la baranda de plástico de la escalera mecánica y pensando en como lo escribiría.
Caminé por las tranquilas calles (de las condes, el lugar donde vive mi hermana, porque si hubiera caminado por las calles en donde yo vivo probablemente ya me hubieran asaltado y violado 8 veces) por la noche y pensé en cómo lo escribiría.
Sentí el viento frió en mi rostro, respiré profundo el aire helado que pasó como astillas por mi nariz para llegar a mis pulmones y pensé en cómo lo escribiría.
Cerré los ojos para caminar unos segundos recordando el mesaje de Camilo y el texto en el que lo había escrito, que esa vez estaba escuchando a los Smashing y con Tonight terminé casi loca y concluí que en realidad los Smashing Pumpkins tenían toda la culpa. Pensé en cómo lo escribiría.
Abrí los ojos y sonreí por pensar tantas tonteras sintiendo al viento helado de nuevo pasar por mi rostro totalmente desnudo exepto por unas lágrimas secas que había dejado tieza la piel por la que habían pasado. Pensé que si cubría todo mi rostro con lágrimas quizás nunca envejecería.
Y volví a sonreír por pensar tantas tonteras, otra vez.
Pensé en que llamaría a Benjamín sólo para decirle que lo quería mucho y después le colgaría. Pensé en cómo lo escribiría.
Miré un par de árboles con formas extrañas.
Y pensé en cómo lo escribiría.





Parece que me hace bien escribir.